En la última década del siglo XIX, en pleno porfiriato, un pueblo de cien habitantes en la Sierra Tarahumara, Tomóchi, se rebeló contra las medidas injustas y opresivas; las injusticias fueron medidas del gobierno central en que apoyaban a las compañías extranjeras explotadoras de la madera; y las opresivas, los impedimentos de decisiones populares de libertad y autogobierno, en este caso hubo razones religiosas.
El líder, Cruz Chávez, predicaba una religión mesiánica, independentista, que se apoyaba en que contaban con una virgen viva y una curandera famosa, Teresa Urrea, conocida como la Santa de Cabora quien también dirigía enardecidos discurso de rebelión contra Porfirio Díaz. En varias ocasiones el gobernador de Chihuahua envió tropas para someterlos, pero los tomochitecos, aguerridos, vencieron a esas partidas militares.
Hasta que Porfirio Díaz decidió someterlos con un batallón de 1200 soldados. La crónica de los hechos fue escrita por uno de los militares participantes de la invasión: Heriberto Frías, quien publicó su largo relato por entregas en el periódico El Demócrata de la Ciudad de México
El escrito de Heriberto Frías fue primero publicado con el largo título de ¡Tomóchic! Episodios de campaña. Relación escrita por un testigo presencial. Las ediciones posteriores sólo tiene el nombre de la población: Tomóchic. Su autor y el editor Joaquín Clausell (director de El Demócrata) fueron enjuiciados porque el texto se consideró subversivo. Tanto Clausell como Frías argumentaron que se trataba de una novela y hay quienes opinan que tiene esas características aunque, a la vez, se trata de un testimonio de los hechos reales.
De cómo ”empezó todo”, Heriberto Frías escribió: “Bernardo Carranza y Cruz Chávez, aquel domingo memorable, convinieron hacer de Tomóchic la Capital de la Reforma, un lugar sagrado donde todo el mundo peregrinase; se haría de su sobrina Julia, una virgen milagrosísima, y enarbolarían una gran bandera blanca con este lema en rojo: ¡Viva el poder de Dios y mueran los hijos de Lucifer!”
La llegada de los 1200 solados y la batalla sucedió en octubre de 1892. Frías escribió: “El combate, generalizado ya en toda la línea, tomó en aquel momento un aspecto de batalla. El humo de la pólvora excitaba; todos gritaban enloquecidos con gritos que dominaban el estruendo de las descargas. Y allá, del cuartel general del coronel Torres, partió el toque siniestro de media vuelta, y hubo que retroceder tras el heroico ataque.”
Sobre la heroica resistencia de los pobladores, Frías escribió:
…esos demonios de tomoches… ¡Son valientes, hombres, no se puede negar!… parecen venados, los ves aquí, y de repente ¡zas!, en la punta del cerro y ¡Viva del poder de Dios y mueran los pelones!… Con decirte que cada cartucho es un muerto; no yerran…
Sin embargo, la batalla fue desigual: ¡100 contra 1200! Una masacre. Las mujeres y los niños se habían refugiado en la iglesia, murieron ahí mismo al ser incendiada por los militares. “En la noche el incendio de las casas del pueblo era más visible, las llamas teñían mejor el cielo oscuro que el cielo azul, con fulgores amarillentos que a veces se avivaban, a veces se extinguían para surgir de nuevo, vivos rojos, apareciendo en el fondo de tinta negra del horizonte como manchas de pálida sangre luminosa… Y abajo los monótonos ladridos de los perros, y sus aullidos dolorosísimos…”
El libro de Heriberto Frías es también una obra periodística con una prosa de gran altura (por eso es que se le equipara con una novela) y, al fin y al cabo, una obra que nos descubre nuestra historia mostrando una rebelión que estaba anunciando la Revolución de 1910.
Fuente: Fundación Unam